Panorámica del monasterio
Foto: Josep Renalias
Foto: Josep Renalias
El claustro, el cimborrio (en el medio) y la torre del reloj
Foto: Josep Renalias
Una galeria del claustro
El Real Monasterio de Santa Maria de Santes Creus
El Real Monasterio de Santa Maria de Santes Creus es una de las joyas del arte medieval catalán y está situado en el pueblo de Santes Creus, capital del municipio de Aiguamúrcia (Alt Camp). Actualmente es el único monasterio de la Ruta del Cister que no tiene vida monástica.
El origen del monasterio se remonta al 1150 pero no en el actual enclave. La poderosa familia Montcada cedió en aquella fecha a los monjes cistersenses de la abadía de Grand Selva (Llenguadoc) unos terrenos en el lugar denominado Valdaura, en el actual municipio barcelonés de Cerdanyola del Vallés, y allí se instalaron provisionalmente.
En 1158 los señores de Montagut y de Albá hicieron donación del paraje de Santes Creus, al lado del rico Gayá, y decidieron cambiar de asentamiento. Sin embargo, por una disputa jurisdiccional entre las diócesis de Barcelona y Tarragona, el traslado se demoró hasta que el papa Alejandro II decretó la independencia del monasterio en 1168.
Por fin, en 1174 se pudieron empezar las obras de construcción del conjunto monástico: primero, la iglesia y la sala capitular; después, el primitivo claustro románico hoy desaparecido; más tarde, la sala de los monjes, el refectorio y el dormitorio.
Hacia 1225 quedaban concluidas las principales dependencias. A mitad del siglo XIII la monarquía aragonesa interfirió en el ritmo de la abadía mostrando un interés por la misma que a la vez perturbó la sencillez de la vida monástica cistersense y agrandó el complejo monacal con nuevas y valiosas construcciones. Es época del abad Sant Bernard Calvó, consejero de Jaume I el Conquistador (1213-1276), a quién acompañó en las conquistas de Mallorca y Valencia.
El sucesor en la corona, Pere III el Gran (1276-1285), dispensó su real patrocinio a la abadía y quiso ser sepultado en ella, como también lo serían después su hijo Jaume II (1291-1337) y la esposa de este, Blanca de Anjou. A instancias de este último monarca se convirtieron las habitaciones abaciales en palacio real, y a su voluntad se debe de el derribo del claustro románico para ser sustituido por el gótico actual, obra del maestro inglés Reinard de Fonoll y de Guillem de Seguer, así como la construcción del cimborrio sobre el crucero de la iglesia.
A Pere IV el Ceremoniós (1336-1387) hay que atribuir el amurallamiento del recinto monacal y también que, debido a su predilección por el monasterio de Poblet, el de Santes Creus dejara de ser palacio y panteón real en favor de aquel; por eso, las dependencias palaciegas volvieron a destinarse a habitaciones abaciales.
Durante los siglos XVII y XVIII se siguen efectuando obras de ampliación y reforma, añadiendo nuevas dependencias exteriores. Esta continua actividad se ve truncada bruscamente en 1835 con la “desamortización de Mendizábal”, momento que el monasterio sufre el abandono por parte de la comunidad cisterciense y se ve abocado a la ruina. Declarado Monumento Nacional en 1921, ha sido objete de sucesivas obras de restauración y acondicionamiento, siendo hoy lugar de manifestaciones culturales de variada índole bajo gestión de la Generalitat de Catalunya.
Foto: Josep Renalias
El dormitorio
Foto: Josep Renalias
La sala capitular, con las siete lápidas de los abades en el suelo
Foto: Josep Renalias
Interior de la iglesia, y al fondo, el retablo barroco obra de Josep Tremulles
Foto: Josep Renalias
Al fondo fachada de la iglesia. En primer plano, fuente del barroco tardío, siglo XVIII, de Sant Bernat Calbó